ya acabó su novela

No uno sino muchos Artemios

Publicado: 2012-02-13

(Escribe: Daniel Nakasone)

Se celebra la captura de Artemio, el último líder conocido de las fuerzas de Sendero Luminoso en el Alto Huallaga, se celebra casi como si hubiera terminado el problema, o como si fuera el principio del fin de dicho problema. Lo que nos muestra la historia es, sin embargo, más complejo. ¿El terrorismo es el enemigo final o es una consecuencia, monstruosa por cierto, de todas aquellas cosas que aún no funcionan bien en el país?

Me refiero sobre todo a que Sendero se benefició en principio del apoyo de ciertas personas y grupos  que querían que la situación de sus vidas cambiara o, en general, deseaban que la sociedad los tuviera más en cuenta. Esta situación de abandono por parte del estado fue uno de los alicientes que hicieron que Edith Lagos, la joven terrorista muerta en un tiroteo cuando miembros de Sendero intentaban liberarla, allá por los inicios de los 80s, tuviera un concurrido funeral al que asistieron más de 10,000 personas. O que Abimael Guzmán en un principio fuera considerado por muchos miembros de izquierda como un verdadero intelectual y líder revolucionario.

Ahora bien, ¿podemos afirmar realmente que en ciertos lugares de nuestro país la situación ha mejorado con respecto al ambiente vivido en Ayacucho a inicios de los 80s?  ¿O solo extendemos nuestro bienestar sin ver los hechos concretos que nos muestran el contraste en el que estamos parados? Desde hace un buen tiempo Sendero Luminoso, al parecer se habría dedicado solamente a ser la opción armada de grupos de narcotraficantes poderosos que los financiaban para recibir protección. No obstante, usando ese padrinazgo siguieron y continúan encargándose de mantener comunidades enteras secuestradas, reclutando menores de edad de caseríos y comunidades contra su voluntad, entre otras atrocidades. Por tanto, qué bueno que por fin haya caído Artemio, aunque su captura es insuficiente.

En este caso, y siendo medianamente sabido, el estado y su ineficacia no hacen más que servir de caldo de cultivo para que grupos armados y ajenos a la ley tomen ventaja de poblaciones desprotegidas. Ahora que no está Artemio (y lo más probable es que no se vuelva a consolidar otro líder de esa magnitud ideológica entre las filas remanentes de Sendero), es natural que los grupos de poder sustentados en el narcotráfico busquen nuevas fuentes armadas de protección que eventualmente puedan empeorar la violencia en la zona del Alto Huallaga y, a la larga, en las zonas cercanas a ella.

El gran tema es que lo que bastó para atrapar a Artemio no alcanza para desbaratar el poderío que ha establecido el narcotráfico por décadas en la selva peruana. Por tanto, tras más de 20 años de masacres, muertes injustas e ignoradas, el tema que debiera preocupar al gobierno no es si con Artemio ya se terminó SL, ni siquiera se trata de saber cuánto faltará para desbaratar las redes y grupos que se nutren del narcotráfico, sino comprender que mientras sigamos sin cambiar las bases que acrecientan brechas de desigualdad y en general la sensación de abandono que sienten muchos compatriotas nuestros, es casi seguro que tendremos no uno sino muchos más Artemios. De hecho, sin apenas saberlo nosotros mismos, los estamos cocinando.


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Perú de Ciudadanos

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