El ajedrez de Humala
(Escribe: Alejandro Lozano Tello)
Hace algunas semanas, el nuevo campeón del mundo de ajedrez sub 16, Jorge Cori, visitó Palacio de Gobierno para recibir un premio y distinción de manos del presidente. Como una caricatura de Carlín retrata, habría sido positivo que el joven gran maestro le recordarse al mandatario algunos conceptos básicos del juego, a ver si era posible que los aplicase en su administración. Y es que las recientes movidas presidenciales no parecen propias de un alto estratega. Sucede que Humala no ha salido del periodo de apertura y ya aventuró un sacrificio un tanto dudoso.
En un principio, las acciones de la administración de Gana Perú parecían indicar que la orientación, la estrategia que tendría su gobierno, sería conciliadora y dialogante, basada en un trabajo arduo y de sutiles movimientos. Sin embargo, el último giro inesperado que ha dado con el sacrificio de una pieza vital para lo que parecía ser su plan, le condena no solo una variación de sentido, sino a la materialización de un juego arriesgado y, ciertamente, dotado de altas dosis de adrenalina.
En ajedrez, los sacrificios materiales tienen sentido si nos permiten obtener una posición ventajosa, una ganancia de tiempo o una contundente y decisiva agresividad. Si no se obtiene ninguno de estos objetivos, la partida se nos hará cuesta arriba y la derrota segura. La distancia temporal entre el sacrificio y los réditos que estos han de dar, pues, no ha de ser extensa. A mayor distancia, más variables serán posibles y mucho más probable que nuestro rival se libere de la persecución.
A seis meses y algo más de haberse iniciado el periodo, el presidente ha entrado en un escenario donde el error se paga caro. Ha dotado de una mayor agresividad a su gobierno pero los resultados de este giro no se verán pronto. Como en el ajedrez, cuando un sacrificio no es eficaz inmediata o mediatamente, la única opción que queda para ganar la partida es ser aún más avezado. No es posible ser conservador cuando se tiene una pieza de menos. Así, Humala se ha colocado solo en el límite. Basta preguntarse, si no, qué pasara si las protestas siguen y el nuevo gabinete no puede hacerles frente. ¿Volverá al diálogo?
El presidente ha iniciado el juego como si estuviese perdiendo desde antes de empezar. Ahora, cada pequeña derrota que afronte no será un error subsanable, sino que ahí donde estaba su pieza sacrificada se abrirá un escenario sumamente inestable. Humala parece haber olvidado que el objetivo del juego no es capturar las piezas enemigas, sino derrotar su estrategia, lo que parece cohesionarlas, su rey. La violencia, tanto en la vida real como en una partida, es más eficaz cuando está en potencia.
Los sacrificios, en cambio, muestran el lado más violento del juego. Tienen un efecto psicológico en el rival y nos dan empuje. Sin embargo, para que esto valga la pena, las piezas que quedan sobre el tablero deben estar desarrolladas, en posiciones neurálgicas y con una potencialidad de acción elevadísima.
Lamentablemente, el presidente ha confiado en el efecto aparentemente disuasivo de su movimiento pero no cuenta con las otras condiciones para el éxito de su gambito. Por la cantidad de conflictos que se avecinan, por lo temprano que ha emprendido este nuevo camino y por la histórica ineficiencia del Estado, parece ser que, pasada la conmoción inicial, la situación se hará más tirante y que una cierta bruma de temor rondará por Palacio. Los movimientos de Humala se han dirigido a lo que creía una amenaza y no es más que un poco de imaginación susceptible (que él promovió, por cierto). Su objetivo, su máxima aspiración, de ahora en adelante será, lamentablemente, solo llegar a tiempo al 28 de julio del 2016 y obtener un decoroso empate. Lo otro, lo que hay que temer, es que acorralado por su propia vehemencia, luego de un sacrificio y de otro, decida dar por terminado el juego y quiera llevarse el tablero a su casa.